A Sangre y Fuego (Diario de Campaña La Sombra sobre Albion)

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A Sangre y Fuego (Diario de Campaña La Sombra sobre Albion)

Postby Arendal » Thu Mar 17, 2011 10:53 am

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…“Levantaos”. La voz de Thaeros Saavedra era tan sólo un leve susurro, y a pesar de ello capaz de helar la sangre de aquellos que la escuchaban. No era el caso de Ruggero da Fiore. El fiero capitán, cuya leyenda se había forjado en el fragor de la batalla y se había templado en la sangre de los centenares de enemigos que habían caído bajo su espada, era el encargado de dirigir aquella fuerza expedicionaria.

El sacerdote de Myrmidia había sido el último en embarcar. Ataviado con un largo guardapolvo y un sombrero calado hasta las cejas, su presencia imponía respeto entre la tripulación... y sin embargo era bien recibida entre la soldadesca. Lo veteranos tercios estalianos saludaban al sacerdote con una respetuosa inclinación de cabeza. Aquellos hombres acostumbrados a la guerra sabían apreciar las habilidades de los fieles sirvientes de la diosa Myrmidia, a la que todos veneraban con devoción pagana invocándola en el calor de la batalla.

Da Fiore se incorporó. A su lado, Vasco de León y Aguirre contemplaba el mar abierto sobre el que la “Gracia de Myrmidia” navegaba haciendo honor a su nombre. El noble aventurero estaliano había financiado integramente la expedición, con la esperanza de encontrar la mítica isla de Albion. Contaba para ello con una extraña brújula que había adquirido a un comerciante de Arabia, la cual guardaba celosamente…

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Re: A Sangre y Fuego (Diario de Campaña La Sombra sobre Albi

Postby Arendal » Thu Mar 17, 2011 10:55 am

Diario de Campaña del Don Arturo Lope Reverte, Día 8

“Navegamos en costas extrañas. La Gracia de Myrmidia corta con un balanceo pausado este mar de aguas frías y clima desalmado. La niebla lo rodea todo y nos envuelve en su manto gélido, atenazándonos con dedos húmedos que parecen clavarse en los huesos…
Contemplo con orgullo el rostro inmutable de estos hombres de aspecto fiero. Hay acero en sus miradas, y más allá de ellas la certeza de la sangre, el fuego y la batalla. No he visto jamás nada igual en criatura alguna. “


Escenario 1: Las Brumas se Retiran
Como un telón que se abriera, las impenetrables nieblas que rodean la isla dan paso a una tierra rocosa y revelan el perfil de una costa abrupta y salvaje.
Aprovechando la oscuridad de las primeras horas del día, una docena de botes surcan las tranquilas aguas envueltos en una fina neblina. Al frente de ellos navega Don Francisco de Martínez y Soria, aguerrido capitán curtido en los campos de batalla de Remas, Lucani y Couronne, pero ante todo en docenas de incursiones a las salvajes tierras de Norsca.
La primera oleada se acerca ya a las playas de arena fría y pegajosa, conforme a un estudiado plan de batalla. Los rodeleros del Tercio de San Luis deberán penetrar como un afilado estilete en la costa, sirviendo como exploradores. Tras ellos, un pelotón de arcabuceros de origen imperial, al mando de Mathias Weissman, tratarán de establecer una cabeza de playa. La tercera oleada, la que dirije el insigne Don Franciso, está formada por los temidos tercios estalianos. Hombres dispuestos a morir por una patria en la que no creen, por una diosa a la que nombran en cada juramento, por una paga que saben nunca llega (y que cuando lo hace se va rápido).
Todavía en el cielo se divisa el brillo de alguna estrella mientras llega el alba…
En la Gracia de Myrmidia, Vasco de León y Aguirre sigue con atención cada movimiento tratando de escrutar entre la niebla cómo se desarrolla el desembarco. De forma distraída, casi imperceptible, sus dedos acarician la misteriosa brújula que les ha llevado hasta allí.
Un detalle insgnificante, que no pasa desapercibido para Thaeros Saavedra.
A lo lejos, desde la costa, sólo llega el rumor de las olas y un inquietante silencio…

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Re: A Sangre y Fuego (Diario de Campaña La Sombra sobre Albi

Postby Arendal » Wed Mar 23, 2011 4:07 pm

El primer escenario de la campaña, un asalto contra las playas de Albión, se ha saldado con victoria para Estalia. Una victoria cara que los hombres reclutados por Vasco de León no van a olvidar...

500 puntos de valientes rodeleros y tercios estalianos, comandados por el ilustre capitán Francisco de Martínez y Soria, se han enfrentado a tres trebuchets y un puñado de arqueros bretonianos, en un desembarco que le ha costado la vida a casi medio centenar de estalianos... :shock: :shock: :shock:


El hipnótico compás de las olas, muriendo apenas a un centenar de metros de la pequeña embarcación, es lo único que escucha Ricardo Mejía, soldado del Tercio de San Luis, veterano de Remas, Quenelles y Averheim.
Arrebujado en su capa, no puede evitar sentir un escalofrío al sentir en su piel el tacto helado de su morrión. Igual que no puede evitar sentir un escalofrío, algo distinto al anterior aunque no sabría explicar por qué, cuando a sus oídos llega un penetrante silbido. Apenas un instante después el agua surge como un surtidor en el lugar en el que antes se encontraba la embarcación de Mejía. Astillas de madera vuelan en todas direcciones cuando el enorme proyectil de piedra atraviesa el agua del mar llevándose con ella la vida de seis valientes hombres.
“¡¡Nos atacan!!”
En cada embarcación, los hombres redoblan los esfuerzos tratando de luchar desesperadamente contra la fuerza del mar, el salvaje perfil de la costa albionesa y los proyectiles que ahora vuelan en todas direcciones, levantando columnas de agua allá donde caen.

“Santa Myrmidia”, murmura Carrado aferrando con fuerza el remo de su embarcación, que parece volar sobre las aguas y alcanza ya la arenosa orilla. El bote se detiene con una sacudida cuando la quilla queda frenada por la arena. Varias flechas se clavan en la superficie de madera, pero Carrado, Miguelo, Alvar y Santiago ya corren por la playa en dirección a la colina fortificada desde la que los defensores disparan los pesados proyectiles de piedra andanada tras andanada. Gritos de “¡Cierra de Estalia!” recorren la línea de costa y se mezclan con el silbido de las flechas, el tintineo de las armaduras. No hay gritos de dolor ni lamento de los heridos. Ningún estaliano se permitiría el lujo de morir sin dignidad. “Me matan, Santiago” dice tranquilo Carrado mientras avanza a trompicones, aferrado todavía a su arcabuz, con dos flechas atravesándole el cuerpo. La una asoma entre el pecho y el hombro, y parece un asunto feo. La otra en un muslo le habría valido una pensión como inválido del Tercio. Lástima por él. Carrado muere con un aplomo inútil, sobre la arena, el rostro pálido, la mirada acuosa, la tez fría, y la sangre que empaña su coleto de cuero.
Fuego de mosquetes. Las primeras filas de tercios, rodilla en suelo, abren fuego contra las posiciones de un enemigo que no está dispuesto a rendirse. “¡Sus y a ellos! ¡A ellos, Myrmidia! ¡A ellos Estalia!”. Algunos hombres cargan a la desesperada contra la colina, sólo para encontrarse frente a frente con un enemigo mal pertrechado, mal equipado, pero que combate a muerte y se bate con furia. La artillería sigue disparando y menguando terriblemente las filas de los tercios, haciendo peligrar el desembarco estaliano.
Francisco de Martínez y Soria es consciente de que la misión está a un paso de fracasar. Lo sabe, y por eso besa un figurilla de oro que pende de una cadena bajo su coraza. Con mucha delicadeza, vuelve a ponerla en su sitio. Amartilla la pistola y carga contra las posiciones bretonianas con una fe y una furia ciegas. “¡Cierra Estalia!”, oye gritar a los hombres. “Mis cojones. Cierran mis cojones” responde abriendo fuego contra un arquero que le sale al paso, saltando por encima del muro de piedra tras el que se protegen los bretonianos, y lanzando estocadas a diestro y siniestro. La vida le va en ello…

Los primeros rayos de un sol plomizo descubren una playa plagada de cadáveres, arena teñida de sangre, cuerpos que van y viene sobre la orilla arrastrados por las olas del mar.
Sobre la colina, un puñado de hombres contempla con tristeza el horrible paisaje. Francisco de Martínez y Soria se deja caer sobre la pesada pieza de artillería bretoniana y se enciende una pipa. Alvar y Santiago murmuran una oración. Sobre la colina ondea el aspa roja sobre campo blanco, homenaje al medio centenar de bravos tercios estalianos cuyas vidas son un exorbitado precio por este pedazo de tierra…

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Re: A Sangre y Fuego (Diario de Campaña La Sombra sobre Albi

Postby Arendal » Fri Mar 25, 2011 12:20 pm

Hace unos días, el organizador de la campaña me envió por privado una serie de objetivos adicionales que debía cumplir para salir victorioso de la “Sombra sobre Albión”.

El primero de ellos era obtener la victoria en el escenario “Las brumas se abren” :mrgreen:, ya que los hombres de Vasco de León necesitan establecer una cabeza de playa para la contrucción de un puerto que les sirva de base de operaciones. Las ambiciones de Vasco, hombre audaz e intépido sin duda, pero también prudente y sensato, se han visto superadas para asombro de aquellos que lo conocen bien… El emergente capitán Ruggero da Fiore, un tileano de ascendencia imperial, acepta de buen grado los cambios sufridos por su mecenas. Amamantado en el campo de batalla, el oficial militar tiene hambre de gloria y sabe que la forma de ganarla es con la espada. Sin embargo, Thaeros Saavedra, el siniestro predicador de Myrmidia, observa a Vasco de León con recelo. La mirada penetrante e inquisitorial del oscuro sacerdote vigila con preocupación cómo Vasco se lleva la mano una y otra vez a la brújula que les ha guiado hasta aquellas tierras. Una brújula de procedencia desconocida, que el noble explorador asegura haber adquirido en uno de sus viajes a Arabia…

Pero dejadme que os cuente de Ruggero da Fiore…

Los cascos del joven corcel recorren con brío la orilla, dejando un rastro que resulta borrado instantes despues, y la espuma salpica como pequeñas perlas irisadas. Ruggero monta con la gracia de un jinete élfico. Su mirada fiera recorre la línea de costa, supervisando las tareas de desembarco y la construcción del pequeño puerto desde el que confía partir pronto hacia el interior de la isla.
Luce un tímido sol que resulta una bendición en aquel territorio húmedo y hostil, envuelto en constantes penumbras, y el recuerdo de los rayos de sol calentando su cuerpo transporta a Ruggero a una tierra muy lejos de allí, tiempo atrás…

“¡Rutger!”, oye gritar a su padre en la distancia. “¡Endereza la espalda! ¡Maldita sea, Rutger!”. Richard von Blume, halconero mayor del Duque de Andria, es un padre estricto pero en absoluto cruel. Su posición exige que su hijo sea educado en el arte de la guerra desde infante. Y Rutger, como lo llama su padre, Ruggero en la lengua de Tilea, tiene un don especial con la espada, con el caballo, con la lanza. Y una mirada feroz que parece mirar siempre más allá. Aunque no se lo diga a menudo, Richard von Blume, halconero mayor del Duque de Andria, siente orgullo al ver cabalgar a su hijo.

“¡Capitán! ¡Capitán da Fiore!”. Los gritos del joven tamborilero del Tercio de San Luis sacan a Ruggero de sus ensoñaciones, y lo devuelven a la realidad de una playa en la que los hombres se mueven de un lado a otro transportando materiales y desembarcando todo lo necesario del “Gracia de Myrmidia”. Los batidores han regresado del interior de la isla. El variopinto grupo de halflings a las órdenes del bandido Sancho Barca ascendió hace unas horas por la escarpada senda que se interna entre los acantilados y acaba de regresar de realizar un rápido reconocimiento.
“Hay barcos a lo largo de toda la costa, don Rogelio”, explica Barca mientras sorbe una cuchara de potaje denso. “A unas dos leguas al sur parece haber desembarcado un tres palos con bandera imperial. Y Carracuca asegura haber avistado navíos élficos al norte”.
Rutger sonríe complacido. Albión está resultando ser una caja de sorpresas y una magnífica oportunidad para que su nombre se haga oir en los salones de los notables…

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Re: A Sangre y Fuego (Diario de Campaña La Sombra sobre Albi

Postby Arendal » Thu May 05, 2011 4:09 pm

Andrade sostiene el arcabuz con fuerza, aferrándose a él como si fuera una amante complaciente. Resbala la lluvia por el ala metálica de su morrión, dificultando la visibilidad de un campo de batalla sumido en tinieblas, como suele ser habitual en esta tierra maldita y ajena a la que él y todo estaliano, han empezado a odiar como sólo un estaliano sabe hacerlo; con rabia y sin motivo. Escupe sobre la hierba y pasa su mano enguantada por la frente, tratando inútilmente de secarse las gotas de lluvia que empañan sus ojos.

Los rastreadores halflings de Martín Buñuelos regresaron hace unas horas con noticias del interior de la isla. Habían avistado una partida de orejas picudas que se desplazaban hacia el norte. Un número insignificante de ellos que se movían entre los primigenios bosques de la isla como si no fueran mas que una suave brisa de otoño.

Para sorpresa de Ruggero, Vasco de León había sonreído al oir los informes de sus exploradores y había ordenado plantar batalla. Y no es que el capitán tileano, ansioso de sangre y gloria, no recibiera las órdenes con cierta satisfacción… pero el rostro grave del sacerdote Thaeros Saavedra y el gesto preocupado de Álvaro de Haro inquietan al tileano. Y no lo hace menos el nuevo e inseparable compañero de Vasco de León, un siniestro personaje que vino a ellos hace dos noches, proclamándose emisario de la misma Albión, y que parece haberse ganado la atención del noble aventurero… a pesar de que el misterioso personaje, parece estar mucho más interesado en la brújula de Vasco.

Un trueno rasga el cielo plomizo, iluminando durante un breve instante el campo de batalla, y sacando a Ruggero da Fiore de sus pensamientos. La planicie es perfecta para presentar batalla frente a la partida de guerra élfica, a pesar de que el terreno es traicionero y está lleno de pantanos y rápidos riachuelos que bajan ahora crecidos por la lluvia. Cientos de tercios estalianos, formando en apretadas filas, arcabuz, pica y arrojo estaliano por armas, contemplan cómo los elfos abandonan los bosques al otro lado del campo de batalla. Al principio parece que son los mismos árboles los que se desplazan, luego parecen distinguirse a su alrdedor un par de compañías de arqueros silvanos y una troupé de bailarines que se mueve como un torbellino bajo la lluvia.
Rugen los primeros disparos. Cientos de arcabuces disparan al unísono, pero la climatología y la distancia anulan su abrumadora ventaja. La lluvia apaga las mechas y los cañones de Bilbali parecen tener dificultades para abrir fuego. El flanco derecho, con los arcabuceros de Muros y los ballesteros tileanos de Catanzaro están fuera del alcance y corrigen rápidamente sus posiciones tratando de cortar el paso, mientras el intrépido Ruggero da Fiore, al mando de la caballería myrmidiana, se lanza al galope hacia el corazón de la batalla.
Los silvanos se defienden con tenacidad, disparando andanada tras andanada de de sus certeras flechas, ignorando la lluvia y el viento. Caen los estalianos. Mueren mezclando su sangre con el barro bajo sus pies, con silencioso estoicismo. Pero su número acaba por imponerse sobre el desesperado valor de los elfos, que caen masacrados bajo el muro de picas y pólvora.

Thaeros Saavedra siente en su pecho un extraño pálpito cuando ve caer a Ruggero frente a un enorme hombre-árbol. El capitán ha perdido su lanza, clavada en el poderoso tronco de la sobrenatural criatura. Con la pistola en su mano, realiza la señal de Myrmidia, llevándose el cañón del arma a la frente, los hombros y el pecho. No hay grito de guerra, ni órdenes que se escuchen por encima de la tormenta, los hombres del tercio viejo de San Luis que le acompañan conocen bien al sacerdote de Myrmidia, aprietan con fuerza las picas y avanzan con paso decidido hacia el hombre árbol. Sienten como sus pechos se inflaman de orgullo y por un instante les parece que sea la diosa quien guia sus manos. La criatura del bosque responde al desafío y conun rugido similar al crujido de de las ramas, se abalanza contra la valiente unidad, que aguanta estoicamente.

Se clavan las picas, crujen las largas astas doblándose en ángulos imposibles al chocar contra la corteza de la ancestral criatura, que se sacude con violencia arrancando las afiladas lanzas en una nube de astillas. Negra resina fluye por su piel, como sangre. Pero el empuje de la criatura no cesa, y los ánimos flaquean. Ruge Thaeros una antigua plegaria, tan antigua como el viento y el mar, inflama los corazones de unos hombres que luchan contra sus propios miedos, arrojándose en el vacío de los ojos del hombre árbol. Golpean sus raíces, can los estalianos, sus huesos partidos con brutalidad, sus cuerpos atravesados por ramas afiladas como espadas. Flaquean los ánimos, y los hombres corren por sus vidas, dejando tan sólo a Saavedra, su cuerpo abatido a los pies del hombre árbol…
En el flanco izquierdo, los últimos supervivientes de la troupé de bailarines abandonan el campo de batalla llevándo sonsigo los cuerpos maltrechos de sus señores.

Sonríe el emisario. Ya toda resistencia es inútil. El precio es demasiado pequeño… y Vasco es ahora suyo. Sólo suyo…


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