La Saga de Urgark Señor de los Astados Sangrientos - Albión

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Carlos
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La Saga de Urgark Señor de los Astados Sangrientos - Albión

Postby Carlos » Mon Apr 04, 2011 5:45 pm

Con no mucho esfuerzo, Urgark arrancó el hacha de la cabeza del desdichado humano. Aquellos humanos defensores de la playa, habían pensado que los barcos que se acercaban eran amigos, pero cuando habían llegado a la playa docenas de Gors, Ungors y Minotauros habían arrasado a los pocos defensores.

Por fin pisaba la tierra donde daría rienda suelta a su salvaje naturaleza, y la había bautizado como los Dioses Oscuros siempre pedían, con sangre, sangre a raudales, que corría por la playa hasta llegar al mar.

Ya podía empezar su campaña de conquista, pero dejaría a algunos rezagados detrás, para que aguantarán ese importante puesto, porque al fin y al cabo su invasión de la Isla tendría un fin, y tendrían que volver en los barcos en busca de nuevas guerras.

Le gustaba ese cielo oscuro, con la caída de la lluvia, Urgark lanzó un profundo grito al cielo, y fue seguido por cientos de bestiales gargantas, que los oyeran, que temblaran, las bestias habían llegado a Albión…

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Carlos
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Re: La Saga de Urgark Señor de los Astados Sangrientos - Al

Postby Carlos » Sun Jun 26, 2011 8:39 pm

Las Brumas Se Retiran:



Burlog se encontraba mirando a la playa, todo parecía tranquilo, tras una noche de borrachera en la que habían acabado con las reservas de cerveza humana que habían tomado al conquistar la playa, su cabeza no estaba del todo clara, tenía una fuerte resaca como no recordaba en muchos meses. Su señor le había dejado junto con un grupo de los suyos para guarnecer la playa de posibles ataques, ya que podrían usarla para volver a marchar a otro lugar cuando acabarán de destruir esa Isla. El se perdería la diversión, o tal vez no…, su vista, no demasiado buena, empezó vislumbrar unas cuantas figuras en el horizonte, varias barcas negras con el carbón se acercaban hacía su fortificación. Con rapidez ordenó a las catapultas abrir fuego, varias rocas volaron por el aire haciendo saltar a los malditos elfos al fondo del mar, donde muchos de ellos se ahogaron, y no era el mar lo peor, sino los tiburones que atraídos por la sangre acudieron en manadas para devorar a los elfos oscuros.



La risa del Bestigor se podía oír en toda la playa, que se acercaran, probarían su maza. Unos pocos elfos llegaron a la orilla, no serían problemas para sus tropas. Mientras se dirigida a la empalizada el temor se adentro en su negra alma, docenas de elfos oscuros desembarcaban con gran agilidad en la playa, a pesar de todos los muertos, muchos más habían llegado a su destino. Con solo 6 gors y un puñado de ungors, sería difícil detener el asalto, en ese caso, daría unas buenas muertes a sus Oscuros Dioses. Lanzándose con un frenesí sangriento sobre los elfos dio muerte a un buen puñado de ellos, que cansados y calados de frío huyeron ante tal acometida.



La victoria era posible, aquellos débiles elfos habían huido ante su acometida, de nuevo su risa comenzó a sonar en la playa, hasta que una larga espada apareció en medio de su pecho…gorgoteos de sangre salieron por sus fauces, detrás de Burlog un noble elfo oscuro sonrío, “ya has reído bastante maldita bestia, ahora nos toca a nosotros”.



Con la muerte de su campeón el resto de guerreros fueron rápidamente puestos en fuga. Los elfos oscuros tomaron la playa e iniciaron su invasión de la Isla.





Las Ciénagas:



Los exploradores ungors volvieron con el resto de la manada, sus informes indicaban una enorme fuerza de humanos a unos pocos kilómetros de distancia. Eran muchos y parecían bien posicionados en las Ciénagas, si querían seguir avanzando y entrar en la Isla deberían atravesar sus filas y hacer que el grueso de su ejército pasara por la brecha. Su alma de bestia le pedía entablar batalla y matar a tantos humanos como pudiera, pero su chamán había sido claro, el verdadero tesoro se escondía más adentro en la Isla y dada la gran cantidad de razas que habían desembarcado no tendrían problemas en encontrar nuevos enemigos con los que combatir.



Urgark siempre había sido astuto, aquellos humanos podrían detener un ataque de unos pocos gors o ungors, pero no podrían resistir el ataque combinado de Turk el Sangriento y sus minotauros, junto con su propia guardia personal de bestigors y los carros que habían transportado en los barcos.



Con un sigilo no muy propio de las bestias aparecieron en medio del campamento humano, como una estampida los Minotaruos arremetieron por el este contra dos enormes bloques de bárbaros del norte, sus cuerpos rotos salieron volando por todos lados, ni tan solo 2 minutos pudieron contener a las enormes bestias cornudas que tras arrollarlos cargaron contra unos pequeños Hafling que fueron aplastados bajo sus pezuñas. Con aquella brecha abierta, el grueso del ejército huyo por aquel camino.



No obstante, Urgark no pudo dejar de lado su lado más bestial y arremetiendo contra el centro de las filas humanas él y su guardia personal destruyeron una unidad tras otra. Primero unos enormes ogros que a pesar de su tamaño fueron sobrepasados por la brutalidad del caudillo y sus bestias, la guardia personal del General Mercenario intentando evitar el desastre, presentó batalla contra el Señor de las Bestias, este golpeo con su hacha, el humano intentó frenar el ataque con la espada de sus antepasados, pero fue partida en dos, con el golpe de regreso la bestia cercenó el brazo a la altura del codo. Los hombres del general mercenario palidecieron al ver a su señor caer, aquel que en tantas batallas les había comandado y en quien tanta fe depositaban. Con determinación cargaron contra el Caudillo y sus Bestigors alejandolos del general caído y evitando así su muerte. Urgark cansado de aquello, cargo al centro del ejercito enemigo, ya muy debilitado y casi sin oposición cruzó las líneas humanas.



A la caída de la noche, el Señor de las Bestias se reunió con el chaman y el resto de sus tropas. La lluvia caía incesante sobre ellos, de hecho no había dejado de caer desde que llegaron a la isla, maldita tierra, pensó Urgark, sino toda la Isla entera con su poder mágico o no, podrían hacer que cumpliera su destino!, con un gruñido hizo avanzar a sus tropas. No habría descanso hasta conseguir lo que había venido a buscar….

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Re: La Saga de Urgark Señor de los Astados Sangrientos - Al

Postby Carlos » Mon Jun 27, 2011 11:55 am

Las Piedras Ogham

Urgark estaba mal herido, las continuas batallas acaecidas desde su llegada a Albión, le habían dejado serias secuelas, no obstante con la fuerza de voluntad salvaje de las bestias, seguía adelante, siempre a la búsqueda de una nueva batalla, de un enemigo al que vencer. Espoleados por su chamán, el viejo Gurtor, se habían dirigido día y noche, sin apenas descanso hacía lo que Gurtor había descrito como una gran fuente de poder, que les facilitaría su labor de conquista en la Isla.

El camino había estado bañado de forma continua con lluvia, unas densa cortina de agua que no paraba de caer de forma constante desde que habían dejado atrás la playa. No obstante al acercarse a la zona donde se encontraba un círculo de grandes monolitos, más elevados que Pezuñas, la Gorgona que acompañaba a la manada, la lluvia había dejado paso a una densa niebla que apenas permitía ver a unos pocos metros de distancia.

Mientras atravesaban los enormes bloques de piedra un escalofrío recorrió la espina dorsal de Urgark, aquel lugar en verdad era una fuente de poder enorme.

Los cañones hicieron su entrada en escena con unas grandes detonaciones, los imperiales al mando del mismísimo Lord Detemen, señor de Neuland, habían llegado al mismo tiempo que los astados al círculo de piedras. Con un poderoso grito de su grifo de guerra, el conde elector voló sobre el campo de batalla, buscando el lugar más apropiado para dirigir su ataque, unas arpias dañinas junto a un enorme jabalí, si podía llamarse así, se dirigía hacía el flanco expuesto de sus tropas. Con un giro de las correas, cargo a través de las nubes tomando por sorpresa al jabato y las arpías, no obstante aquel movimiento lo había alejado del centro de la batalla, donde Urgark acompañado por su guardia de Bestigors, y Turk El Sangriento con sus minotauros estaban descuartizando a los débiles humanos. El tanque de vapor, principal punta de ataque del ejército Imperial se había quedado atascado en las cienagas de la Isla, y un grupo de nutridos soldados intentaba sacarlos sin éxito, mientras la línea de batalla imperial flaqueaba, los pocos espadachines que quedaban cargaron al centro de la lucha, donde Urgark acababa de despedazar a unos alabarderos, viendo la valiente maniobra de sus guerreros, Lord Detemen cargo también contra los Bestigors, pero en su camino extasiado por la vorágine de la lucha, apenas pudo ver llegar los dos carros de Tuksgors que le cargaron por ambos blancos, dañando seriamente a su grifo Garra de Hielo, y haciéndolo huir a los cielos, sin poder contener su huida, el conde elector de Neuland, solo pudo ver como los espadachines eran arrasados por los Bestigors y el campo de batalla quedaba en manos de las bestias, tomaría su venganza más pronto que tarde.

La Gorgona seguía tragándose hombres de forma espeluznante, mientras el resto del ejército se alimentaba de los restos imperiales. Urgark vio como Gurtor se situaba en el centro del Círculo y tras pronunciar unas oscuras palabras, surgieron rayos de cada uno de los monolitos y fueron a concentrarse en el viejo Chamán. Los ungors y gors del ejército gruñeron temerosos, mientras Gurtor recibía todo la energía, con una explosión de luz, todo acabo. El antaño viejo chamán, surgió como un poderoso astado, casi del tamaño del mismo Urgark y con un gran poder reflejado en cada fibra de su ser. Con una voz cavernosa habló, “Marchemos al norte, es allí donde encontraremos lo que vinimos a buscar, muerte y destrucción”…


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