Espectros de Obsidiana (Delaque)

[SergioM]

Incluso dentro la propia Casa de las Sombras, circulan rumores y leyendas acerca de los
Delaque que aquellos miembros con menor conexión con la Psycotérica tildan de burdas
invenciones para pandilleros ignorantes. Aquellos más inmersos en la enigmática consciencia que
arropa al Clan, ciertamente saben darles valor.

Todo comienza con una llamada. No como aquella de la Cámara Estelar, que todo Delaque sabe
interpretar como la voz de los Silentes, sino algo distinto. Se rumorea que es un único
individuo el que lo percibe, un Fantasma o Maestro de las Sombras que abandona súbitamente
todo y se funde en las sombras de la subcolmena sin volver a ser visto. Sin embargo, su
historia no termina ahí.

Aventurándose cada vez más profundo a medida que la llamada se hace más fuerte, aquel
elegido encuentra un ornamentado altar con las formas obtusas y perturbadoras de la
arquitectura de los Delaque originales, y sobre él, una delicada máscara espejada con un único
ojo que le urge a tomar para sí.

Es indiferente cómo se llamase aquel llamado, aquel que vuelve de lo profundo resulta ser una
nueva creación. Ni siquiera aquellos que lo conociesen anteriormente son capaces de distinguir
su señal en la Psycotérica, su firma psíquica distorsionada hasta ser irreconocible. Sin
embargo, otros miembros de la casa no tardan en aparecer en torno suyo, reconociendo en su
subconsciente que es voluntad de la Casa actuar bajo las órdenes de esta figura enmascarada.
No queda claro hasta qué punto el Delaque mantiene su propia personalidad y cuánto de él ha
quedado sepultado bajo una voluntad mayor. Sea como fuere, parece obedecer órdenes de
alguien más, y aquellos integrantes Sombras que recién han sido inducidos en el clan se dan
cuenta con estupor que su líder no es verdaderamente el líder.

Cuando finalmente el destino alcanza a este individuo, su cara queda de nuevo al descubierto,
tan imperturbable como la de cualquier Delaque. La máscara, sin embargo, desaparece sin dejar
rastro, sin nadie que pueda reclamarla tras saquear el cuerpo.

Múltiples reportes a lo largo del Racimo Palatino y más allá han mencionado la presencia de
tales figuras liderando bandas de agentes Delaque en múltiples colmenas, y en ocasiones en
lapsos de tiempo tan cortos que no dan lugar a dudas de que se tratan de varios individuos.
De ser esto cierto, implicaría que hay un poder insospechado dentro de la Casa de las Sombras
que maquina dentro de la propia Casa, una voluntad que no parece estar supeditada por
completo a la de los Silentes pero que, por algún motivo, aún no ha desatado la ira de la
Cámara Estelar.

Una nueva máscara ha aparecido recientemente en varios callejones y antros de la subcolmena,
y una comitiva de agentes de la casa no ha tardado en formar una corte de sombras a su
alrededor, como unos Espectros de Obsidiana. Qué objetivos persigue y qué suerte le deparará
la subcolmena sólo los dioses lo saben, pues, por muy inhumanos que parezcan, y como reza el
dicho, “todo Delaque sangra con un cuando le disparas en el pecho”.

[SergioM]

Husmear demasiado en un salón auspiciado por la casa Delaque tiene consecuencias. Eso podían atestiguarlo sin duda la pandilla de forajidos que escapaban tambaleándose, abandonando a su suerte a sus compañeros demasiado ebrios para tenerse en pie y fundiéndose en la penumbra que envolvía el asentamiento. Llevaban a rastras a uno de sus líderes, el torso abierto como si hubiese estallado tras haber sido asaltado por el Spyker que aún flotaba babeando por encima de las cabezas de los Espectros que quedaban en pie.

La Máscara, de pie en medio del polvo que se volvía a asentar, dirigió una mirada vacía a la dueña sin decir palabra. Tartamudeando, juraba y perjuraba que el alijo de Ghast que se ocultaba tras los tanques de destilado no había sido descubierto, a pesar de las insinuaciones de los borrachos. Sin duda una mala casualidad, pero no podían quedar cabos sueltos. Pronto habría que hacer una visita a estos pobres diablos. Las emanaciones psiquicas que surgían de su líder perturbaban a los Espectros, una frecuencia disforme que enturbiaba la Psicotérica. Podrían ser una molestia en el futuro.

Desvaneciéndose aparentemente entre las sombras del antro, la dueña, blanca como piel de rata ciega, dejó salir el aliento. Esos malditos Delaque la ponían de los nervios. ¿En qué hora decidió aceptar su protección? Suspirando, sacó tras la barra un mohoso trapo y se puso a limpiar.

[SergioM]

Rescate del gremio

Esto no iba nada bien. La psycotérica estaba muy alterada desde que la máscara había sido abatida, y varios miembros de la banda musitaban erráticos en las sombras que rodeaban al elevador Z-Epsilon-43 que conducía a la ciudad colmena. Un agente encapuchado, de sobrenombre "Breeze", permanecía junto a Isolda Khantus, delegada del gremio de la moneda, mientras el elevador abría sus compuertas como fauces y una escuadrilla de guardaespaldas del gremio rodeaba a su protegida y la escoltaban al interior.

-"Confiamos en que honrará nuestro trato" -Susurró Breeze. Isolda volvió su rostro para contemplar las lentes vacías que la escrutaban.
- Agradeced que no os fusilen por esta afrenta al gremio, escor- "Por su propio bien."

Atónita ante la osada interrupción, Isolda sólo pudo contemplar como la figura se volvía hacia la oscuridad y se fundía con ella, mientras las puertas del elevador se cerraban.

***

Lejos de allí, Doc Lysander "Lyz" salía de su destartalado quirófano con sus implantes quirúrgicos empapados en sangre. Su rostro reflejaba una mezcla entre miedo y trauma. Frente a él, la sala iluminada tenuemente por un par de globos fluorescentes recortaba a duras penas la espigada figura que lo aguardaba en el centro.

-L-lo lamento, señor. No-no he podido hacer nada -balbuceó - Nunca había visto nada como esto antes. Su cuerpo no parecía ser normal, y esa masc-

Lyz de despertó tirada en medio de su sala de espera, con un dolor terrible de cabeza. Se incorporó a duras penas, reconociendo sus alrededores. De su perturbador cliente no había ni rastro. De su último paciente, tampoco. Qué extraño, no lograba recordar su rostro... Comprobó que aún tenía todos sus órganos importantes en su sitio, se aseguró bien de que su escopeta recortada tras el mostrador seguía cargada y se dispuso a continuar su jornada, aunque ni siquiera sabía bien qué ciclo era ahora.

"Cómo odio los cambios de ciclo".

[SergioM]

Isolda Kanthus parecía lo suficientemente sabia como para no traicionar a la casa Delaque. "Breeze" volvió a comprobar el informe detallado de la agente del gremio, acerca de un misterioso hallazgo en el camino a Primus de uno de los convoyes del gremio de la moneda. Dado que la casa no disponía de una presencia significativa en los yermos, caía en la mano de los Espectros determinar su naturaleza y asegurarlo, en caso de ser de utilidad. Por el momento, tocaría escabullirse de la seguridad de Rothgol hacia los páramos, una tarea algo espinosa dado el celo de los gremios por el monopolio de las comunicaciones. Nada serio para unos agentes Delaque.

Cuando se disponían a la infiltración en torno a la puerta de ceniza Gamma 3-Kataryn, la llamada Puerta de la Santa, y rajar unas cuantas gargantas, el estrépito de unos trajes blindados y el crepitar de la energía puso en alerta tanto a los Espectros como a los centinelas de la puerta. Malditos Van Saar, ¿qué demonios buscaban ahí? A no ser...

Con unos simples gestos, los delaque tomaron posiciones entre las ruinas destartaladas que flanqueaban la vía de salida, mientras "Breeze" y el agente de la Cámara, Shoal, se envolvían en tinieblas en dirección a los Van Saar. Una precisa ráfaga de Ulzcha abrió una fea herida a través del escudo de energía del líder Van Saar, para a continuación realizar fuego de cobertura para sus hermanos, que se abrían paso hacia los centinelas. Doblando una esquina, Zephyr y uno de los Sombras se abalanzaron hacia la puerta de ceniza, mientras el caos se desarrollaba a su alrededor. Ulzcha evaluó la situación brevemente, habiendo dejado de sentir la firma psiquica de varios de sus compañeros y, sabiendo que la ventaja ya era suya, se replegó a lugar seguro.

Varios ciclos después, llegó e último de los Espectros a los túneles bajo Puerto Gris, un modesto asentamiento a tres rotaciones de Rothgol, tras haberse escabullido de la colmena en condiciones más propicias. Venía con un nuevo integrante, enviado por la propia Cámara Estelar. La muerte de la Máscara no era asunto menor, y los intereses de la Casa debían seguir su curso pese a todo. Shoal, con una leve cojera que aún persistía de su anterior combate, contemplaba a través de sus lentes la tableta de datos que portaba el emisario, mientras planeaba los siguientes pasos hasta el punto marcado en el mapa hololítico.

[SergioM]

Ulzcha se echó cuerpo a tierra tras descargar una ardiente ráfaga de plasma a un ejecutor que flanqueaba su posición. Deberían haber contando con que la guerra habría de llegar a Puerto Gris, aunque no tan rápidamente. Ajustando sus implantes oculares para ver a través de la tormenta , pudo vislumbrar los trajes brillantes cubiertos de ceniza de agentes Van Saar intercambiando disparos con tropas enfundadas en blanco. Esbozando una ligera sonrisa, reconoció al instante los colores de las banda que había echado por tierra su salida de Rothgol. Cuando se disponía a levantarse para fijar un nuevo objetivo, vió en su imagen termoóptica a Muad siendo abatido por un monstruoso coloso metálico. Apretando los dientes, se dipuso a indicar por señas a Klothys que avanzase, solo para encontrar al sombra retorciéndose en el suelo con una fea herida de láser en el brazo. Sin tiempo a reaccionar, una ráfaga de proyectiles lo hizo tropezar y caer a la ardiente ceniza bajo su posición.
***
Ahí estaba Hanselt, según la información de la Casa. Segundo al mando de Hanibal, Prime de los Kuroikumo, y una pieza fundamental dentro de la banda. Además, el que le había dejado inconsciente y malherido en su salida de Rothgol, y dejándolo en evidencia ante la Cámara Estelar. Shoal no dejó que la emoción perturbase su sereno rostro de pesadilla mientras aparecía de la nada en la tormenta y hundía su hoja a través del pecho del acorazado Van Saar.
***
Ulzcha se echó tras un viejo conducto de plasma mientras soltaba una nueva descarga y evaluó la situación. Pudo ver a varios de los Espectros por tierra, aunque con las constantes aún activas, y a varios Van Saar acercándose a su posición mientras intercambiaban disparos con los rebeldes aranthianos. En su cabeza, un comando silencioso del Nacht Ghul, que ya no se hallaba en el campo de batalla, le ordenó replegarse. La mano derecha ya había sido cercenada, y sus propios heridos no corrían peligro inmediato. Con un rápido movimiento, Ulzcha se fundió con la tormenta.
***
Shoal observó sin inmutarse el último envío de agentes que la Cámara enviaba a su posición bajo las calles de Puerto Gris. La guerra había acelerado su partida, y apenas había suministros para reequipar a sus hermanos. Ni siquiera los rumores esparcidos habían ayudado a paliar la escasez de material. Sin embargo, todos comprendían la situación y, por primera vez en mucho tiempo, Shoal murmuró tres simples palabras:

"Partimos al anochecer"

[SergioM]

Muad tomó una larga bocanada del respirador de su gabardina, mientras sus lentes termoópticas vislumbraban el objetivo a unos metros delante suyo. Con unos gestos silenciosos, indicó al resto de espectros avanzar y posicionarse sobre la vieja estructura corroída que ahora formaba parte del nido de milisaurios. Las condiciones habían sido claras: un huevo a cambio de las coordenadas. El Spyker no parecía capaz de escuadriñar en las mentes de los lugareños, seguramente por la bruja telépata que actuaba de consejera del asentamiento. Siempre podrían neutralizarla y sonsacar esa información por medios menos sutiles, pero la recompensa monetaria que acompañaba al trato era demasiado jugosa para dejarla escapar, si querían tener pertrechos suficientes para los ciclos venideros. Sin embargo, parecía que no eran los únicos proveedores contratados.

A través de la tormenta de ácido, una mole blindada se aproximaba levantando una cortina de arena en dirección al nido. Kuroikumo. Muad esbozó una mueca al ver cómo era recibida por disparos procedentes del otro lado del nido, y pudo distinguir levemente siluetas recubiertas en harapos y grandes moles, que parecían estar también enzarzadas entre sí. Peligrosamente cerca, unos orlock se unían a la refriega al cernirse sobre la misma posición que los delaque, aunque su falta de visibilidad parecía no permitirles ver a los espectros a escasos metros de ellos.

Súbitamente, un temblor hizo estremecer el acero, tambalear a los combatientes y desprender algunas rocas. Un chillido imposiblemente potente precedió a unas enormes fauces que surgieron de las cenizas buscando a los combatientes que se aproximaban al nido. Muad buscaba objetivos en mitad del súbito caos, mientras sus hermanos disparaban, eran disparados de vuelta y caían, su posición ahora descubierta.

Los perros Van Saar Habían conseguido uno de los codiciados huevos y su montura acorazada comenzaba a alejarse de la zona con el preciado botín a bordo. Como una sombra materializándose tras una formación rocosa, Shoal arrojó una de sus granadas de esquirlas disformes a la plataforma del Cargo-8 llena de Van Saar, mientras preparaba su lanzagarfios. Sin embargo, un terremoto bajo sus pies lo hizo desenvainar su espada y repeler in extremis al megasaurio que había atraído. Esquivando sus envites, usó su espada para conseguir una abertura y disparar su digilaser a las fauces abiertas de la bestia, provocando que se ocultase rápidamente en las cenizas. Volviéndose de nuevo a su objetivo, comprobó que el transporte se hallaba ya lejos de peligro y enfilándose hacia zona segura, aun con los Kuroikumo chillando y retorciéndose por la locura infligida.

La cosa no pintaba bien. Muchos habían caído o se retorcían en las cenizas tratando de no ser engullidos. Las posibilidades de hacerse con uno de los huevos se esfumaban. Así, Shoal puso sus lentes biónicas en un objetivo mayor.

Como un fantasma de pesadilla, Shoal atravesó a uno de los nómadas que abandonaban el campo de batalla mientras se encaminaba al megasaurio que ahora acosaba a los salvajes en su nido. Mientras la fiera volvía sus fauces a él, sangrando por varios cortes, Shoal tomó carrerilla y abrió tres largos tajos en el serpentino vientre de la criatura, que aún se negaba a caer. Maldiciendo en palabras prohibidas, se desvaneció del lugar con su lanzagarfios en dirección a la tormenta. Parecía que habría que utilizar esos métodos menos sutiles.