[La Sombra de Morrisleb] DAS WIEDERAUFLEBEN (EL RESURGIMIENTO)

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Gaheris
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[La Sombra de Morrisleb] DAS WIEDERAUFLEBEN (EL RESURGIMIENTO)

Postby Gaheris » Tue Sep 22, 2020 5:01 pm

DAS WIEDERAUFLEBEN (EL RESURGIMIENTO)

El cometa de dos colas había sido visto con estupor y jolgorio.

Sus hermanas habían corrido a las almenas para observarlo, interrumpiendo plegarias y entrenamientos marciales. Parecía que el advenimiento de Sigmar redivivo iba a ser mucho más pronto de lo esperado…

Sin embargo, la hermana Erika, la Augur de la orden, no parecía alegre. Su tez, ya pálida de por sí, había adquirido el color de un cadáver milenario. De repente, sus ojos quedaron en blanco y cayó en uno de sus trances adivinatorios. Una cacofonía de voces, similar a la que produciría una muchedumbre al hablar todos a la vez, comenzó a surgir de su boca.

-¡Temblad, insensatas, pues un tiempo de horror y devastación se acerca!.¡No es Sigmar el que os bendice, sino el mal en su forma más pura…- Y seguidamente, se desmayó.

Un temblor recorrió su columna dorsal. Nunca se acostumbraría a los frecuentes trances de la hermana Erika, pero jamás había fallado en sus predicciones. De repente se dio cuenta de que el silencio reinaba en las almenas. Todos los rostros, en silencio y con el rostro marcado por el miedo, miraban a la luz que se acercaba y habían tomado por una señal divina del esperado advenimiento. Se quedó muda en el sitio…

La bola de fuego que habían tomado por el cometa de dos colas parecía ir creciendo por momentos. Un halo de fuego verde la rodeaba, dándole un aura malévola y fantasmagórica. Fuera lo que fuera, no era bueno, y se acercaba con rapidez en dirección a la ciudad.
Comenzó a pensar con rapidez. No había llegado a Matriarca por quedarse paralizada ante el peligro. Se había enfrentado al mal en muchas ocasiones y siempre había salido triunfante, con la ayuda de Sigmar. Se volvió a las gemelas, Gretha y Gretchen, que esperaban a su lado, en silencio, esperando instrucciones:

-¡Reunid a todas las hermanas en la Bóveda del Conocimento!. ¡Trasladad a las heridas del hospital y cerrad las puertas de las murallas!.¡No sé que es eso que se acerca, pero no es nada bueno …!

Las gemelas salieron corriendo, cada una en una dirección. No tenían que hablar entre ellas para saber qué debía hacer quién. Parecía cosa de brujas, aunque las dos habían llegado al monasterio con las marca de nacimiento del cometa, señal de que era una de las elegidas para la orden. No, seguro que eso era uno de los regalos que Sigmar otorgaba a sus fieles devotas.

Iba a salir corriendo en la misma dirección cuando se acordó de la inerme Erika, que continuaba inconsciente a su lado. La agarró y se la echó al hombro con facilidad; años de duro entrenamiento marcial y combates en nombre de la fe habían curtido su cuerpo y su mente, y puso rumbo a paso rápido hacia las catacumbas del monasterio, donde se localizaba la Bóveda del Conocimiento. Allí se guardaban los textos y objetos sagrados de la orden, junto con un verdadero arsenal de armas consagradas de la orden. Era el sitio más seguro, dadas las circunstancias y, dicho sea de paso, si el mal se acercaba, no estaría de más tener cerca con qué defenderse.

Llegó a la Bóveda con las últimas de sus hermanas, que portaban a las enfermas y heridas del hospital. Las gemelas aguardaban a la entrada, con los sagrados martillos en sus manos -¡Estamos todas, madre!- dijeron al unísono cuando atravesó el umbral.

-¡Cerrad las puertas y atrancadlas!.-Les dijo sin volverse, segura de que la obedecerían. Dejó a la inerme Erika sobre una manta puesta apresuradamente en el frio suelo y se volvió al resto de sus hermanas.

-¡Coged vuestro equipo y armaos, no sé que oscura maldad se cierne sobre nosotras, pero no nos pillará indefensas!-

No tuvo que decir más. Años de entrenamiento y obediencia habían convertido a las hermanas en una máquina de engranajes bien engrasada. Se dirigió a su propia panoplia y comenzó a ponerse su armadura. Sus labios musitaron una plegaria apresurada cuando sus dedos tocaron a Leichterhammer, su sagrado martillo de guerra. Construido por los mejores artesanos enanos del Imperio y bendecido por el Gran Teogonista en persona, no había nada que no pudiera derrotar con él en las manos. Tras asegurarse de que todas sus hermanas estaban equipadas y armadas, las reunió frente a la estatua de Sigmar que presidía la bóveda y comenzó a recitar las letanías de protección y expiación mientras se arrodillaba. El resto de hermanas no tardaron en seguir su ejemplo y al poco sólo se escuchaba un musical coro de voces que pedía la bendición de Sigmar…

De repente, una voz discordante se levantó con un grito -¡PROTEGEOS...!. El coro enmudeció y todas se quedaron mirando al origen del grito. Era la hermana Erika, que se había levantado de golpe y las miraba con la cara desencajada. -¡PROTEG…!

No tuvo tiempo de acabar la frase. Pareció como si los dioses del caos en persona se hubieran presentado a presentar batalla. Una monumental sacudida las tiró a todas al suelo, mientras caían piedras del techo, se caían tapices e imágenes de las paredes, y un titánico estruendo recorría la estancia pugnando por romper sus tímpanos...

El polvo lo envolvió todo y un silbido llenó sus doloridos oídos. Poco a poco fue recuperando la audición, y el aliento volvió a sus maltrechos pulmones. La tos producida por el polvo en suspensión la sacó de su estupor y pudo apreciar la escena que la rodeaba. ¡Por el bendito Sigmar que había faltado poco!. Comenzó a pasar lista y a preguntar a sus hermanas por su estado. Caras magulladas, alguna ceja partida, algún quejido, pero todas las hermanas se estaban levantando por su propio pie. Hasta la hermana Erika se había levantado, con una brecha en la ceja que sangraba profusamente. Quiso acercarse a ella, pero una mirada de determinación le hizo darse cuenta de que estaba bien, bueno, tan bien como pudiera esperarse. Se volvió a sus hermanas y dijo:

-¡Hermanas!. ¡Son horas oscuras!. ¡Algo maligno ha caído sobre nuestra ciudad, y sólo la protección del divino Sigmar ha evitado nuestro destino!. ¡Sólo Él sabe qué nos espera al otro lado de esas puertas, pero a fe mía que, sea lo que sea, no profanará esta tierra sagrada!-

Se puso rápidamente el casco y embrazó el escudo, dirigiéndose hacia la puerta a la cabeza de sus hermanas mientras las gemelas las desatrancaban. No sabía a qué se enfrentaban ni qué peligros encontrarían, pero iba a limpiar la sagrada tierra de Mordheim de cualquier mal que encontrara. Su fe y su martillo era lo único que necesitaba…




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"Sonno Pazzi Questi Romani" :lol:

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