Atalaya Vigía

Gráinne inghean Ui Conchobar. Ese era el nombre que sus padres le habían dado, heredera del orgulloso linaje de Cu Chulainn, héroe del Ulster, aunque cada vez significaba menos en estos tiempos en el que los adoradores del dios de los romanos plagaban las tierras de Eriu.

Ruadh Gráinne, Gráinne la Roja, el Sol de Emain Macha. Así la llamaban sus hermanos del fian, que la aceptaban cómo rigfennid de su partida de guerra, orgullosos guerreros y campeones ansiosos de la gloria de la batalla.

Faoll Dearg, Fiadhaich-Bansealgair, la Cazadora Salvaje, la llamaban los escotos, primos lejanos del otro lado del mar; para los salvajes venidos del norte en sus naves con cabeza de serpiente era Vargr-rauðr, el Lobo del Color de la Sangre.

Tenía otros muchos nombres, en muchos dialectos, temida y amada por los campesinos, la elegida de la Morrigan, poseída por el ríastrad, la furia de batalla de sus antepasados que la convertía en un monstruo que no distinguía amigos de enemigos.

Gráinne observó al cuervo posarse en la proa de su navío, que guiaba a sus fianna hacía Atalheim.

Antes de que llegase el invierno, los bardos cantarían todos sus nombres.





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Aquí seguirán las crónicas de mis partidas en nuestra primera liga Atalaya de SAGA