Perrine vivía en Caen. Nada era agradable bajo la ocupación alemana, pero no la trataban mal. Sabía que había varios soldados acuartelados que querían aprovecharse de ella, pero no se atrevían puesto que su tío era un importante miembro del partido colaboracionista, aunque Perrine sabía que era una tapadera de cara a los invasores, ya que su tío Luc era parte de la resistencia del norte de Francia.
Como cada día, se aburría en la escuela, ya que a ella lo que le gustaba era leer libros prohibidos, y escuchar la radio también en la clandestinidad, y había que ser muy ignorante para no darse cuenta de que algo estaba pasando esos días de primeros de junio de 1944. El tráfico de mensajes cifrados (ella sabía que lo eran, aunque no el significado, claro), era inusualmente alto, y se repetían palabras clave que ella sabía iban dirigidas a la resistencia de Caen y alrededores.
Esa noche del 5 de junio, salió a pasear como muchas otras noches, con dos amigas suyas. Se sabían a salvo tras la figura de su tío, ya que eran conocidas en la localidad, por lo que fueron paseando hasta Ranville, a poco más de 3 kilómetros de su ciudad. Hacía buena noche, y no había ruidos apenas, por lo que se sentaron a ver las estrellas, soñando con aventuras y la liberación, fantaseando con lo que ellas podían hacer por su ciudad, etc. Fue entonces, de madrugada, cuando oyeron los motores de muchos aviones.
Ya estaban acostumbradas a los raids nocturnos de los aliados, pero Ranville no era un objetivo, apenas un pueblo cerca de Caen, por lo que trataron de vislumbrar los aviones, deseando que no causaran mal a sus conocidos y familiares.
Sophie se percató de que los motores no sonaban como habitualmente, y tanto Perrine como Claire distinguieron al unísono y con claridad, unos cuantos objetos blancos en el cielo, poco después. Y luego, muchos más, decenas, e incluso luego afirmarían, ¡miles!
Tardaron poco en percatarse de que eran paracaidistas aliados, y todas supieron que el día había llegado, pero había que ser prudentes, y regresar a sus casas para avisar al tío Luc y a los demás, aunque Perrine intuía que su tío ni estaría en casa, ni desconocería este hecho...
Porque todavía no he escrito el mío... Jajajajaja!el mejor que he leido carlos
Totalmente de acuerdo.El relato de Carlos demuestra que los paracas son unos patanes. Hasta una cría se ha enterado de que llegan.
En cambio... ni palabra sobre mis comandos ninja.
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