Las huestes de Tlaxtlan - Trasfondo Hombres Lagarto de Gonart

Foro para la campaña de Warhammer Reforged: La Isla Bruma
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Gonart
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Las huestes de Tlaxtlan - Trasfondo Hombres Lagarto de Gonart

Postby Gonart » Mon Sep 09, 2019 12:24 pm

Capítulo 1: La Isla

La ciudad templo de Tlaxtlan se había convertido en un hervidero de actividad. Las avenidas parecían ríos de escamas de colores cambiantes que recorrían frenéticas sus callejones preparando la gran campaña que se avecinaba. No en vano, en los templos se decía que los propios Ancestrales habían vuelto para finalizar su gran plan, o al menos eso decía el amigo del compañero de desove de uno de los chamanes de bajo rango de la pirámide de la Luna.

La cresta de Tlax'kthó desde entonces estaba inquieta y erguida, y apenas podía contener sus cambios de color de piel para mostrar su exitación. Esa noche un regimiento de inmensos guardias del templo se había presentado en el estanque donde descansaba con sus hermanos de desove, reclamando su presencia por orden del reverenciado Adohi-Tehga, el slann regente de la ciudad y uno de los más antiguos seres del mundo. Su piel adquirió un tono blanquecino al oír la noticia, nunca había visto a un slann en persona, y se decía que su mera presencia podía convertir a un ser inferior en polvo. Encomendó sus escamas a los Ancestrales y entre los enormes y musculosos saurios se encaminó hacia la gran pirámide, mientras repasaba todo lo que pudiera haber hecho para reclamar la atención del slann.
La puerta se abrió y para bien o para mal, no había ningún slann. Un círculo de altos chamanes estaban en sus tronos moviéndo sus cabezas de forma nerviosa. Uno de ellos alzó su mano y habló.
- Los ancestrales han manifestado su voluntad, y sus eternos siervos hemos de hacerla cumplir. Nuestro gran y reverenciado amo ha hablado con Mazdamundi, y sus visiones han sido corroboradas por nuestros más expertos astromances. Un nuevo territorio emerge de las aguas en el océano, y como hicimos hace milenos, los siervos de los ancestrales debemos ir allí a controlar su ascenso y hacer cumplir el gran plan. Los grandes slann se han reunido y han elegido nuestra sagracia ciudad templo como base de la campaña, desde donde partirán nuestras legiones para asegurar la isla. - El chamán hizo una pausa, y todos los presentes fijaron sus ojos en el joven Jefe Eslizón. - El consejo ha decidido que Tlax'kthó, siervo de Queltz, seas quien encabeze la primera línea de nuestras fuerzas. Marcharás con un pequeño destacamento para asegurar el paso y examinar el terreno.- El chamán hizo un gesto con desgana y los enormes saurios sacaron al estupefacto eslizón del templo.

No podía creer lo que estaba pasando, le habían elegido a él para liderar la avanzadilla de la campaña más importante desde el colapso de los portales. Él era un simple guerrero, cierto que había conseguido mantener a raya a los incursores humanos que llegaban a las costas y encontrado una madriguera skaven que pretendía asaltar la ciudad, pero nunca pensó que recibiría tal reconocimiento.

Ese día estaba nervioso pero a la vez eufórico, mientras se dirigía a los estanques donde las huestes de eslizones se alojaban. Contempló como la selva se adentraba en los estanques, mezclándose con las impresionantes estructuras milenarias. Unas enormes torres estaban coronadas por vigas y lianas donde reposaban y revoloteaban los majestuosos terradones, mientras algunos guerreros los montaban para practicar maniobras de ataque. Unos gigantescos króxigors dormitaban plácidamente en el estanque, aunque sabía que una vez despiertos eran unas máquinas de destrucción imparables. Los eslizones correteaban por todo el recinto practicando sus habilidades y preparando el equipo para su inminente viaje.
A medio día reunió a sus tropas en el círculo de Sotek, para dar sus órdenes y encabezar la marcha. Había solicitado al consejo que pusieran a su mando a sus hermanos de desove, ya que habían recibido la bendición de Quelz y era diestros tanto con los arcos como con las armas. Esa unidad sería el núcleo de su avanzadilla, apoyada por 2 regimientos de hostigadores, experimentados en la ocultación y por último una unidad de élite de camaleones, que marcharía con él a la cabeza.

Esa tarde comenzaron su marcha a las ruinas de la ciudad perdida de Zarmuda, y los templos sumergidos de Itzabelo, desde donde surcaron las profundidades del océano hasta la perdida Isla de la Bruma.

Una oscura mañana su cabeza emergió al fin de las aguas a orillas de la costa de la nueva isla. Podía percibir un extraño poder en el ambiente, y su cresta se agitaba bajo su decorado casco. La bruma era densa, y no permitía ver más allá de unas docenas de pasos. Con un leve cambio de color de sus escamas dio la señal, y varias decenas de crestas asomaron de las aguas, avanzando hacia la orilla.
Comprobó que su equipo estaba dispuesto, y tocó con inseguridad su vial con extracto de veneno.
Volvió la vista y vió como sus tropas comenzaban a desplegarse por la playa. Pronto verían cual era el plan que los Ancestrales tenían preparado para el nuevo territorio que se abría ante sus ojos.

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Re: Las huestes de Tlaxtlan - Trasfondo Hombres Lagarto de Gonart

Postby Gonart » Mon Sep 23, 2019 7:40 pm

Capítulo 2: - El bosque en llamas.

Tlax'kthó reconoció la zona con sus exploradores, coordinando sus movimientos con sutiles cambios en la coloración de sus escamas. Sus agudos ojos escrutaron la niebla entre los árboles cuando vieron pequeñas sombras que se movían rápidamente entre la maleza.

De repente un viento antinatural recorrió sus escamas y la niebla comenzó a disiparse, y pudieron ver una pequeña hueste que recorría la orilla a unos saltos de distancia. Maldijo su suerte y encomendó su cuerpo a los ancestrales. Skaven. ¿Es que nunca podrían librarse de esa maldita raza que era una ofensa contra los mismos dioses? Odiaba a esas alimañas, se había visto las caras con ellos en más de una ocasión, apestaban, eran escurridizos y su magia y tecnología atentaba contra las leyes naturales que tanto esfuerzo habían costado a su pueblo.

Su cresta estaba rígida por el odio que les profesaba, La batalla iba a desarrollarse entre las dunas de la arena y la impenetrable selva virgen por lo que dispuso a sus tropas, la unidad de guerreros marcharía por el centro mientras los eslizones con arco apoyaban los flancos. El marcharía al frente con los camaleones ocultos para asestar un golpe desde los árboles.

La batalla comenzaba según su plan, las fuerzas skaven eran pocas, similares a su hueste, cosa que le tranquilizaba, pues siempre solían ir en ingentes hordas. Los skaven avanzaron rápidamente por la playa, cosa que aprovechó para lanzar un rápido ataque a uno de sus flancos con las cerbatanas. Los proyectiles volaron haciendo huir el flanco izquierdo del enemigo, mientras comprobaba que el resto de eslizones iban diezmando la unidad principal de su enemigo.

De repente sus ojos se posaron sobre algo que no había visto en un principio. Dos skaven habían quedado rezagados de la unidad enemiga principal, y portaban un extraño artefacto mecánico. Con horror esa máquina antinatural comenzó a desprender un torrente de llamas verdes que consumió los árboles donde estaba, y vio con terror como 3 de sus compañeros estallaban en llamas, reduciéndose a cenizas mientras partes de su cuerpo se derretían ante sus ojos. Las llamas les envolvían, y el pánico se apodero de él y su unidad, que se retiraron a las profundidades del bosque.

Teklán comprobó como el bosque estallaba en llamas en la distancia, y pudo ver como su líder se escabullía entre los árboles. Los skaven avanzaban hacia ellos, pero entre el grueso de la unidad de guerreros aún se sentía confiado. Estaban diezmando con sus arcos a la unidad principal enemiga, hasta que cargó contra ellos. Los eslizones de los flancos dispararon sus arcos contra ellos, pero cuando los vieron cerca huyeron, una táctica habitual de su entrenamiento. Los skaven corrieron hacia ellos y chocaron en un brutal enfrentamiento. Los golpes se repetían y veía como sus compañeros caían, pero su entrenamiento surtía efecto, los hijos de los ancestrales eran superiores, y tras un intercambio de golpes hicieron huir a esos engendros. Corrieron tras ellos, y estudió su situación. El resto del ejercito parecía haberse esfumado, no había cadáveres, por lo que intuyó que habían huido. Se encontraba solo con un puñado de sus guerreros. El ejercito skaven les rodeaba, y lo último que vieron sus ojos fueron unas llamas verdes que inundaban todo.


Tlax'kthó contempló desde lo alto de un árbol como sus eslizones huían abandonado a su suerte a los guerreros. Maldijo su suerte y a la raza skaven. Una razón más para odiarles. Vio como las llamas consumían el resto de su hueste, y comenzó a reagrupar el resto de las tropas.
Recorrieron cierta distancia y encontraron una cala con una playa junto a la selva, y comenzaron a establecer un campamento, mientras él se encaminaba a interceptar el grueso del ejército para darles las noticias de su enfrentamiento ante los viles enemigos del gran plan. Estaba claro que debían tomar el control de esa isla, y los skaven serían purgados.

Unas semanas más tarde un pequeño fuerte dominaba la cala, y el ejército de Tlaxtlán comenzaba a organizar en el asentamiento. Ketzal volaba a lomos de su fiel destripadáctilo Khót y contemplaba el ajetreado movimiento de sus tropas bajo él, como si hormigas se tratasen. Volar aclaraba sus ideas. El estúpido de Tlax'kthó había huido del primer enfrentamiento contra sus enemigos a la primera de cambio, y había causado un importante retraso a la expedición. Aún no sabía porqué le había dejado incorporarse a los guerreros, debería haber ofrecido su corazón a los ancestrales. Ahora debía prepararse para el próximo golpe, sabía que uno de los poderosos slann del Templo de la Luna iba a llegar desde Tlaxtlán, así que debía ganar una posición de ventaja pronto. La siguiente batalla sería crucial.

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Re: Las huestes de Tlaxtlan - Trasfondo Hombres Lagarto de Gonart

Postby Gonart » Sun Oct 20, 2019 10:02 pm

Capítulo 3: Los elegidos de los ancestrales.

Tlatkol sentía como los potentes vientos de la magia que recorrían la isla se arremolinaban en torno a su cuerpo. Su cresta se tensaba al recibir su poder, y le permitía elevar su consciencia para vislumbrar el movimiento de tropas.
Ketzal había organizado un ejército de exploración bastante eficiente, desde lo alto su conciencia vio como las avanzadillas de eslizones y exploradores avanzaban entre los árboles, seguidas por la escuadra de élite del caudillo eslizón montados en los majestuosos terradones, y las montañas de músculo de la guardia del templo cerrando la formación. Desde luego los ancestrales estarían orgullosos de sus huestes.

Sin embargo algo comenzó a perturbar la concentración del chamán. Notó un cambio brusco en los vientos, y una presencia maligna que nunca había sentido. Aumentó su concentración para proyectar su espíritu mas allá, y su corazón dio un vuelco al otro lado de un claro cercano contempló unos terrores que desafiaban todas las leyes de la naturaleza. Emanaban energía pura del caos, y podía sentir que no pertenecían al mundo terrenal. Había leído innumerables tablillas respecto a las guerras cuando los portales colapsaron y como los demonios habían arrasado la tierra, pero nunca se había visto frente a uno de ellos. Primero fueron los malvados hombres rata, y ahora la mismísima esencia del caos. Sin duda, esta era una isla clave en el gran plan de los Ancestrales.

Tlax'kthó maldijo sus escamas. Desde que había perdido la batalla de la playa contra los skaven había caído en desgracia. Tenía suerte de no haber sido ofrecido como sacrificio a los dioses, pero de dirigir una hueste había pasado a ser un simple oficial en una hueste de eslizones. Además le habían mandado de avanzadilla del ejército creciente que avanzaba por la isla. Esa tierra estaba maldita. Con un poco de suerte podría hacer alguna hazaña que devolviera la confianza de sus líderes. Los exploradores hicieron señales de alerta, y su unidad penetró en un claro del impenetrable bosque. Sus escamas palidecieron y su animo se derrumbó. Del otro lado de la llanura surgieron a toda velocidad unos engendros que hacían daño a la vista. Se movían a una velocidad que no era natural, sembrando el miedo entre las tropas. Si salía vivo de esta juró ofrecer 100 corazones a los dioses.

Ketzal dio unas palmaditas a su terradón para tranquilizarlo mientras volaba a cierta altura sobre la batalla. Cuando los demonios surgieron de entre los árboles el poderoso animal casi lo lanza por los aires. La situación era compleja, pero confió en su habilidad y experiencia para derrotar a los enemigos del Gran Plan. La batalla comenzaba complicada para su bando, los demonios se movían a una velocidad antinatural, y la avanzadilla de eslizones no aguantaría demasiado.

Debía mantener al enemigo a ralla hasta que los poderosos saurios y el chamán Tlatkol llegasen al combate. Los demonios lanzaban llamas de colores extraños contra los eslizones, que se defendían a duras penas. Lanzó un vuelo rasante contra unos extraños seres compuestos de llamas disformes, y atacaron su flanco para ganar tiempo. Mientras tanto la hueste del imbécil de Tlax'kthó comenzaba a derrumbarse frente a unos extraños seres con enormes dientes y tentáculos. No sabía porqué había otorgado un grupo de króxigores a su unidad, bajo su mando poco podrían hacer.

Los saurios y el chamán por fin hicieron su entrada, aplastando los enemigos que encontraron a su paso. Entre los demonios surgió una figura que emanaba un poder antinatural, y comenzó a lanzar una poderosa hechicería sobre las tropas. En un rápido movimiento, Ketzal ordenó a los camaleones y los terradones acabar con la amenaza, que cayó ante una lluvia de proyectiles.

La batalla se recrudeció rápidamente. Su unidad de escolta cayó completamente ante el enemigo, mientras él hostigaba desde el cielo a los demonios, y los saurios destrozaron una enorme horda de demonios con grandes espadas y piel rojiza.

De repente una antinatural bruma cubrió el campo de batalla y ambos ejércitos se separaron. Ketzal localizó a Tlatkol y juntos reunieron a lo que quedaba del ejército. La avanzadilla había sido diezmada, pero el núcleo de saurios había resistido casi intacto. Mas o menos la mitad del ejercito había muerto o desparecido.


Tlatkol organizaba la logística de la floreciente ciudad portuaria que habían creado. En unos pocos días, los constructores habían hecho un gran trabajo creando un campamento eficiente y organizado, en el que las tropas iban amontonándose conforme llegaban del océano. Como chamán de más rango de la expedición había sido nombrado como administrador principal del campamento, y había comenzado a cartografiar la isla y reconocer el terreno. Enviaba periódicamente patrullas al interior de la isla, pero últimamente se había vuelto una labor peligrosa. Llegaban informes de criaturas misteriosas, brumas extrañas e incluso de árboles y arbustos que atacan a los exploradores. Su pueblo está acostumbrado al peligro de la selva y la naturaleza salvaje, pero esta isla parecía tener un aura antinatural que impregnaba todo, haciendo peligrosos adentrarse en sus profundidades. Probablemente el caos había tocado esas tierras, y su labor era purgarlo.

Los últimos exploradores habían notificado la presencia de unos antiguos templos misteriosos entre la selva, y él notaba como los vientos de la magia se dirigían hacia ellos, arremolinando un gran poder. Comunicó la información a Ketzal, que aún comandaba el ejército y juntos formaron un ejército para reconocer las ruinas y hacerse con el control del territorio.

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Re: Las huestes de Tlaxtlan - Trasfondo Hombres Lagarto de Gonart

Postby Gonart » Tue Dec 03, 2019 8:26 pm

Capítulo 4: Las ruinas de la muerte.

Una densa bruma cubría los peligrosos bosques de la zona. Las unidades se mantenían juntas y avanzaban por los senderos y claros, evitando la maleza. Prácticamente todos los exploradores que habían enviado a través de la jungla habían muerto, desapareciendo entre la bruma dejando tras de sí horribles alaridos de terror.

Ketzal y sus terradones poco podían hacer para reconocer el terreno, pues aun desde las alturas no se veía más allá de unos pasos. Finalmente llegaron a los antiguos templos. Rezumaban poder, y controlarlos sería un importante paso para dominar la isla y hacer cumplir la voluntad de los Ancestrales.

Tlatkol y Ketzal comenzaron a organizar las tropas en torno a las ruinas para controlar el terreno, cuando el suelo comenzó a temblar. De improviso un ejército irrumpió de entre la bruma. Tenían aspecto de los elfos, antiguos aliados y discípulos de los dioses, pero... había algo extraño en ellos. Las energías mágicas hacían erizarse la cresta de Tlatkol, notaba una presencia demoníaca en ellos, un aura que no pertenecía a su naturaleza. Era triste ver como las creaciones de los ancestrales se deformaban de esa forma. Deberían eliminar a esas bestias para honra de sus maestros.

El choque fue brutal. Su ejército era veloz y avanzaba en formación dispersa, acortando rápidamente el terreno hacia sus tropas. Los razordones y compañías de eslizones avanzaron para frenar su avance, descargando una lluvia de proyectiles sobre sus enemigos. Muchos cayeron, pero finalmente sus tropas llegaron al combate. Unos extraños seres que parecían arbustos vivientes aplastaron a los eslizones y los razordones, mientras que un pequeño destacamento de precisos arqueros elfos diezmaban las tropas.

Ketzal y sus terradones intentaron flanquear al enemigo, pero unos enormes halcones montados se interpusieron y comenzó una sangrienta lucha en las alturas. Esquivó agilmente a sus adversarios y avanzó a toda velocidad hacia la hechicera enemiga, acabando con su vida con una ráfaga de su arma. Detuvo el avance de su fiel bestia Khót, y reconoció el estado de la batalla. La bruma parecía haberse dispersado, y el espectáculo era asolador. Ambos ejércitos estaban aniquilándose mutuamente. Los únicos que mantenían el tipo eran los poderosos saurios de la guardia del templo, que derrotaron valerosamente, aunque con muchas bajas, una unidad de lanceros elfos y unos extraños seres arbóreos. De repente su montura bramó de dolor y su concentración viró hacia los enemigos, una unidad de elfos arqueros había herido a su montura, y una lluvia de flechas volaba hacia él. Lo último que recordó era el suelo acercándose peligrosamente hacia él.

Los ojos de Ketzal se abrieron pesadamente, se encontraba en un lecho de uno de los templos construidos en el puerto. Al parecer la lucha había sido más dura de lo que parecía. Había sobrevivido de milagro, al igual que Tlatkol, que también había sido herido gravemente.
Afortunadamente la batalla se había ganado, y las ruinas habían proporcionado un control importante del territorio hacia el centro de la isla.
Afortunadamente desde Tlaxtlán prácticamente había llegado la totalidad del ejército. Los emisarios decían que el último refuerzo vendría acompañado por el poderoso Yackal, un enorme saurio que jamás había perdido una batalla desde hacía miles de años.

Pasaron unos días y de repente el cielo pareció abrirse. En el horizonte, entre las colinas y bosques unos enormes brazos de energía multicolor rasgaron la realidad para precipitarse sobre el centro de la isla. Ketzal avisó a Tlatkol y juntos, emprendieron de nuevo la marcha con sus huestes. Cuando llegaron el chamán quedó perplejo. Varias torres y monolitos de energía puta emergían de la tierra azotados por los vientos de la magia, mientras el cielo seguía rasgado, mirarlo directamente hacía daño a los ojos y la realidad parecía torcerse en torno a los vientos. El chamán temía que fuese un nuevo portal hacia los reinos del caos, debería tomar el control de esas estructuras y confiar en los ancestrales para que su poder fuera suficiente para controlar esa energía.


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