Corrían los primeros 90 y estaba totalmente atrapado por la fantasía. Había terminado con todas las obras de Tolkien que tenía a mi alcance y estaba empezando mis primeras partidas de rol. Y en aquella situación me encontraba de vacaciones en Alicante, cuando encontré una tienda que rápidamente me atrajo. Dentro tenían montones de miniaturas de plomo. Ya conocía algunas, como las de Ral Partha, que usábamos para jugar a rol, pero algo de estas me llamaba de una manera íntima. Tomé un blister que rezaba “High elf Swordmasters”. Acababa de leer El Simarillion y aquello encendió la chispa. “Poderosos señores noldor” -pensé- “de rostros serios, miradas oscuras, y largas espadas que brillaban con un resplandor plateado”. Así que salí de aquella tienda con un blister de elfos con mandobles y otro de lanceros, alegre como si me llevase pedazos de leyenda en forma plúmbea. Poco después me enteré de que aquellas miniaturas eran de un juego llamado Warhammer, que llegaban de importación o que la gente traía desde Inglaterra. Pero solo unos meses más tarde leí en una revista de juegos de rol que aquel misterioso Warhammer llegaba a nuestro país.
El rol me permitía ponerme en la piel de un aventurero y eso era maravilloso. Pero Warhammer me convertía en general de ejércitos de fantasía. Imaginad lo que supuso eso para un chaval absolutamente fascinado con las batallas entre los Noldor y las huestes de Melkor que había leído.


Recuerdo haber pasado horas mirando las fotografías con escenas de batallas que incluían los libros de la caja de la 4ª edición. Recuerdo mis miniaturas pintadas con más entusiasmo que conocimientos. Recuerdo las primeras partidas llenas de interpretaciones erróneas de las reglas.
No mucho después llegó 5ª edición y el juego iba haciéndose poco a poco más popular. Las batallas sobre la mesa de la cocina se hicieron más regulares y mis ahorros empezaban a irse por aquel agujero.
Años más tarde llego 6ª. Aquello fue el boom definitivo. El juego se había popularizado hasta niveles inimaginables. Todos a mi alrededor sabían qué era Warhammer y se podían encontrar jugadores por todas partes. ¡Qué gran época para ser jugador de Warhammer! Era tan popular, nos gustaba tanto, que para poder jugar en las tiendas teníamos que pedir cita para poder contar con una mesa libre. Fue una edad de oro para el juego.
Más adelante llegó 7ª, que desfacía entuertos, pero traía nuevos libros de ejército que obligaban a comprar miniaturas que no habías comprado antes porque no te gustaban. La comunidad fue poco a poco desgajándose. Aunque aquello nos permitió abrirnos a conocer otros juegos con los que también disfrutamos.
Y la cosa siguió más o menos así hasta que llegó 8ª edición. Y aquello no era Warhammer. El juego había terminado. Los veteranos dejamos el juego, mientras que los noveles se encontraron con un sistema diseñado únicamente para vender más miniaturas, tan caro que no podían o no estaban dispuestos a embarcarse en él.
Y así Warhammer fue olvidado. Llegaron otros juegos, otros universos, nuevas miniaturas; seguimos pintando y jugando mientras el martillo de guerra se cubría de óxido.
Hasta que un día abrimos el viejo baúl y lo encontramos casi oculto bajo el polvo. Y nos dimos cuenta de que estaba sucio y viejo, pero que aun funcionaba. Recordamos todo lo que nos había hecho sentir y experimentar y volvimos a blandirlo.
Era un martillo viejo… y así lo llamamos: Oldhammer.
Fue entonces que pensamos: “Es una buena herramienta, aunque el herrero fue olvidando los conocimientos de antaño. Ahora somos conscientes de algunos errores en su aleación. Nos damos cuenta de que la madera estaba apolillada, y de que el cuero de la empuñadura era deliberadamente malo, para obligarnos a estar cambiándolo cada cierto tiempo”.
Nos dijimos: “¿Por qué no reforjarlo?”
Podríamos habernos sumido en interminables asambleas, bañarnos de discusiones bizantinas y dejar que las palabras se las llevara el viento. Pero dejamos las palabras a un lado y pasamos a la acción.
Habíamos usado mucho ese martillo y, con el tiempo, llegamos a conocer el arte de la metalurgia. Sabíamos qué queríamos. Sabíamos cómo lo queríamos. Sabíamos de qué forma funcionaría mejor. Y lo hicimos.
Ahora tienes en tus manos el martillo reforjado. Ha sido fundido, el crisol ha adoptado una forma mejorada, ha sido golpeado en la fragua, y sus impurezas han sido eliminadas. Su empuñadura ha sido minuciosamente tallada de maderas preciosas, adaptándose a las manos de los guerreros. Se ha curtido el cuero de grandes bestias y ya no volverá a desgastarse.
Ya no se quebrará. Ahora solo te pertenece a ti. Empúñalo, oh héroe, ve y enfréntate a los monstruos.

Víctor Gondra “Endakil”
15-11-2015
Prologo del reglamento Warhammer Reforged.